MaX y MoRiTz


Max y Moritz una historieta en siete travesuras texto e ilustraciones de Wilhelm Busch editado en Impedimenta






















PRÓLOGO

¡Ay, los niños revoltosos
suelen ser los más famosos!
Max y Moritz, por ejemplo:
dos pícaros como un templo.

Nunca quisieron ser buenos,
ni oir consejos ajenos,
de educarlos no hubo modo,
se burlaban,sí, de todo.
¡Una pareja infernal
dispuesta a sembrar el mal!
Atormentar a las ranas,
robar peras y manzanas,
hacer rabiar al sufrido
es mucho más divertido
que estarse quieto en la escuela
o ir a misa con la abuela.
"¡Ya os llegará la hora aciaga
que el que la hace, la paga"
Y este binomio terrible
tuvo un final previsible.
Por eso y para escarmiento,
sus hazañas pinto y cuento.


Tal y como lo cuentan en Impedimenta Max y Moritz está considerado uno de los cuentos más famosos y divertidos del mundo. Trufado de humor negro, y escrito en rimas en 1865, narra las siete fatídicas travesuras de los malvados Max y Moritz, antecedentes de todas y cada una de las parejas maléficas del cómic moderno, y precursores de la historieta literaria más gamberra. De la maldad del dañino dúo no se libra nadie. Viudas, maestros, gallos y gallinas, sastres, pasteleros y tíos carnales. Todos ellos caerán irremisiblemente bajo el tremebundo azote de sus crueles tropelías.

Su autor Wihelm Busch es, como Goethe, Thomas Mann o Schiller, uno de los más conocidos y queridos autores de la literatura alemana. Busch, el mayor de siete hermanos, nació en Wiedensahl en 1832, en el seno de una familia de comerciantes. Estudió en varias Academias de Bellas Artes. En 1859 comenzó a colaborar con el periódico satírico Fliegende Blättter y con el Münchner Bilerbogen. Allí es donde publicaría su obra más conocida, Max y Moritz, que se convirtió en un éxito inmediato y que ha logrado llegar a la categoría de bets seller
Está considerado su autor como el "Abuelo de los Cómics"

Nos cuenta Víctor Canicio, el traductor de la obra, que los niños alemanes han crecido con el MAx y Moritz y hasta lo siguen recitando cuando se hacen mayores. En España e Hispanoamérica sigue siendo una obra muy poco conocida. ¿Por qué? Tal vez porque no resulta cruelmente germana, porque no ha encontrado su oportunidad o porque no tuvo la suerte de que le adjudicaran, en su época, un equivalente lingüístico adecuado y decisivo.
Confiesa el traductor que le parece aceptable su trabajo de traducción por que ha sudado bastate y que hasta es posible que tenga gracia. 

Yo, poco entiendo de traducciones, es cierto, pero tengo que agradecer al destino encontrarme con esta historia tan antigua y sin embargo tan fresca. Una obra clásica muy gamberra que podía calificarse en estos tiempos tan soseras como muy políticamnete incorrecto, lo que hace que aun me guste más. Se acabó el respeto al familiar, al mayor, al maestro, a la viuda, al pobre trabajador... y se acabaron los finales felices donde aparecen leñadores salvadores.

Sigo sin entender por qué ha tenido que pasar siglo y medio para que lo conozcamos.


Max y Moritz se la olieron
"Al tejado", decidieron.

Desde allí, ¡qué gran idea!,
se ven, por la chimenea,
los pollos en la sartén,
dorarse en un  santiamén.


Max y Moritz, frente a frente,
sierran sigilosamente,
¡sierra que te serrarás,
hasta que no pueden más!


A cucharazos le atiza
una soberbia paliza;
y el lulú gime y se aleja,
sin comprender a la vieja.


La pareja, en son de guerra,
los obliga a tomar tierra.

Y como han caído muchos,
rellenan dos cucuruchos,
que esconden rápidamente,
en la cama del pariente.


"¡Demonios! ¡Un vil insecto!",
y captura al interfecto.

Luego, al ver que son legión,
le da un vuelco al corazón.


¡Qué tristeza contemplar
la desnudez, tan vulgar,
de unos pollos desplumados,
que en los días soleados
le alegraban patio y huerta,
escarbando, pico alerta!


"¡ Este saco pierde peso...!",
ruge. "¡Me las dan con queso!"


Maese Petrus, el domingo,
como siempre sin distingo
toca el órgano con brío
en la iglesia de San Pío.


¡Ay, Max y Moritz temblad!
¡Llegó la hora cruel rezad!

Muy ufanos, los bellacos
andan destripando sacos.


Aquí yacen, bien compuestos,
de Max y Moritz los restos.

Hasta  que a tontas y a locas,
se los meriendan las ocas.

Muy cuidada la edición como siempre hace Impedimenta. Después de finalizada la lectura con una risa en la boca el colofón es descomunal. Aquí te lo dejo.


Así lo promocionó la editorial.

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