35 kilos de esperanza
"35 kilos de esperanza" de Anna Gavalda en la editorial Alfaguara Infantil.
La dura historia de un muchacho que arrastra como una losa su fracaso escolar. Una losa que se hace más pesada por la incomprensión de sus padres que piensan en él como en un inútil.
Un relato en primera persona donde Gregorio nos cuenta la imposibilidad de tener éxito en el colegio a pesar de tener unas maravillosas manos que construyen cualquier cosa. Construir, diseñar, inventar y arreglar cosas es lo único que lo
mantiene vivo de verdad, además de las visitas a su abuelo, el único que
parece comprender su frustración.
Repite dos cursos en primaria, le expulsan del colegio por ser el "graciosillo" en la clase de gimnasia... y la imposibilidad de encontrar colegio nuevo pone muy mal la situación entre sus padres que, para empeorar las cosas, cada vez se quieren menos. Su abuelo es el único sustento afectivo, un abuelo que enferma y desde su reclusión en el hospital le sigue ayudando.
"Odio el colegio.
Lo odio más que a nada en el mundo.
Más todavía...
Me amarga la vida.
Hasta la edad de tres años, se puede decir que fui feliz. Ya no me acuerdo muy bien; pero en mi opinión, la vida me trataba muy bien. Jugaba, veía el vídeo de El osito marrón 10 veces seguidas, dibujaba, y me inventaba miles de aventuras con Grodudú, un perro de peluche que me encantaba. Mi madre me ha contado que me pasaba horas enteras en mi cuarto hablando yo solo como una cotorra. Concluyo, pues, que era feliz.
En esta etapa de la vida quería a todo el mundo, y pensaba que todo el mundo se quería.
Y entonces, cuando tenía tres años y cinco meses..., ¡catapún!, el colegio.
Según parece, aquella mañana salí de casa muy contento. seguramente mis padres debieron de darme la lata durante la vacaciones, diciéndome:"Qué suerte que tienes, mi vida, vas a ir al cole de los mayores", "¡Mira qué cartera nueva más chula! ¡Es para el colegio tan bonito al que vas a ir!"... Y patatín y patatán... según dicen, no lloré. (Soy un chico curioso, y creo que tenía ganasa los que trabajamos en la enseñanza de ver qué juguetes y qué cajas de Lego tenían en el colegio...) Según cuentan, volví encantado a la hora del almuerzo, comí bien y me metí en mi cuarto a contarle a Grodudú la mañana tan maravillosa que había pasado.
Pero si lo hubiera sabido, habría saboreado esos últimos minutos de felicidad, porque justo después mi vida entera se fue al traste.
- Vamos otra vez- dijo mi madre.
- ¿Adónde?
- Pues... ¡al colegio!
- No.
- ¿Cómo que no?
- Ya no voy a ir más.
- Vaya...¿y por qué no?
-Porque ya he visto como es... y no me interesa. Tengo un montón de cosas que hacer en mi cuarto. Le he dicho a Grodudú que le iba a fabricar una máquina especial para ayudarlo a encontrar todos los huesos que ha enterrado debajo de mi cama, así que yo no tengo tiempo para ir al colegio."
Este texto, que llegó a mí de la mano de una de mis hermanas, me ha encantado por moverse de una manera muy real en la vida diaria de muchos niños. Y la preocupación que me embarga de vez en cuando de la imposibilidad de ayudar a algunos de mis alumnos que se sienten alejados del sistema educativo y sin embargo son valiosísimos en otras disciplinas, se acrecienta después de esta lectura. Todos hemos tenido o tenemos alumnos y alumnas que son incapaces de realizar tras operaciones sin equivocarse, o ser ordenados en su trabajo diario, o siempre están hablando, o no les gusta nada de lo que se hace en clase, o siempre se aburren o... y les das una regadera para mantener en forma las macetas de clase y las convierten en un jardín, les propones ser responsables del orden en los armarios del material y son intransigentes con un boli torcido en la caja, te construyen la mejor postal en tres dimensiones... y así infinidad de ejemplos.
35 kilos de esperanza es lo que dice que pesa Gregorio. De esperanza de poder mejorar y poder tener éxito. Yo peso muchos más kilos, pero siguen siendo de esperanza por que el sistema educativo incluya maneras de no dejarnos perder a personas maravillosas que no entran en el cajón del sistema.
35 kilos de esperanza es lo que dice que pesa Gregorio. De esperanza de poder mejorar y poder tener éxito. Yo peso muchos más kilos, pero siguen siendo de esperanza por que el sistema educativo incluya maneras de no dejarnos perder a personas maravillosas que no entran en el cajón del sistema.
Actividades propuestas por la editorial, aquí.
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